El altavoz de un teléfono celular suena a cumbia. Deja oír los temas románticos del Chili Fernández, el mensajero del amor. Bajo la sombra del gomero centenario de Plaza Urquiza se ven rostros jóvenes. Allí, tres grupos de adolescentes se miran, sonríen y presumen, mientras conversan sobre los exámenes que acaban de rendir. No les fue bien. Están preocupados, pero no exaltados.Las alumnas van vestidas de guardapolvos blancos y mocasines negros, usan pulseras de colores, aritos y piercings en sus orejas. Los varones no llevan uniforme y presentan un look más futbolero. Están sentados en un cantero del paseo público. Allí, las barras de chicos representan a cada escuela.
La voz de los alumnos
Flor tiene 15 años y cursa el séptimo año del ciclo básico. Aunque es oriunda de Villa Mariano Moreno, estudia en capital, en el Colegio Santo Domingo. Cuenta que el 2013 no fue bueno. Como se llevó varias materias a febrero, en su casa la sancionaron y le prohibieron las salidas. “Hoy fui a rendir pero no me fue bien, tendré que recuperar en marzo. No me gusta estudiar. Ya no tengo ganas porque aunque es febrero parece que estamos terminando el año. Nos dieron tantas posibilidades para aprobar que nos confiamos. Queremos ver si nos dan una nueva mesa en marzo pero no sabemos qué resolverán las autoridades de la escuela”, expresa la estudiante con gesto de vergüenza y una sonrisa que busca la complicidad de sus compañeros.
La misión es pasar de curso antes que comiencen las clases el 5 de marzo y, para lograrlo, hay que sortear materias como si fuera un juego de postas. Todo consiste en aprobar sin importar las calificaciones. Una opinión generalizada: “El fracaso es muy triste pero no es la muerte de nadie. Las maestras nos ayudan porque podemos recuperar muchas veces. Durante el año nos gusta ir a la escuela a molestar –bromea-. Lo importante es aprobar materias y pasar de curso. Todo se define en marzo. Si no me va bien me voy a cambiar a un colegio acelerado”, expresó una alumna de la Escuela de Comercio N° 1 “General Manuel Belgrano”, quien prefirió reservar su nombre y dijo que en su casa no podrían costear su educación en una institución privada.
Un futuro mejor
No todo es negativo. Muchos piensan que un título secundario les asegura un futuro mejor porque los acercará al mundo laboral. Los que estudiaron en escuelas técnicas, apuestan por los oficios que aprendieron para encontrar rápidamente un trabajo. Estos jóvenes plantean algunas diferencias con el pasado. Para la mayoría, continuar una carrera universitaria no es una opción válida. Mariano (16 años) estudia en la Escuela Técnica N°3 y, como eligió la orientación en electromecánica, afirma que aprovechará esos conocimientos para trabajar en un taller o desarrollar un microemprendimiento: “Tengo que aprobar sí o sí las tres materias que me llevé a marzo. Ruego que así sea porque sino quedaré de curso. Prefiero mil veces que me vaya bien porque creo que es importante tener un título para así trabajar de mecánico. No creo que estudie ingeniería, pero sí me gustaría fabricar y arreglar motores”.
Opinión docente
Gabriela Guardia, docente de la Escuela Técnica Rafael Marino, manifiesta que las últimas semanas muchos alumnos se presentaron a rendir sin estudiar. En cuanto a la postura que asumen los jóvenes frente a los aplazos, expresó que la mayoría no lo ve como un fracaso porque saben que tienen otras mesas para rendir y que se concentran a último momento para pasar las pruebas. “Todo depende de la iniciativa y la voluntad que tengas. En nuestra escuela capacitamos a futuros técnicos en electrónica y electromecánica y desde los primeros años los mismos adolescentes desarrollan pautas de estudio porque en general sienten pasión por los oficios como una oportunidad de trabajo en el futuro. Hay algunos muy aplicados que por más que tengan asignaturas pendientes se preparan con clases de consultas con el apoyo de los tutores académicos”, expresó.
Guardia recalcó que muchos egresados consiguieron trabajo en empresas como BGH, los Talleres Ferroviarios de Tafí Viejo, entre otros. Asimismo recomendó a los padres que acompañen a sus hijos durante el año y que procuren acercarse a las escuelas para conocer cuál es la realidad.
“Siempre encontrarán docentes y directivos que los guiarán para estar más pendientes. Son alumnos inteligentes que se dejan estar. En esos casos, efectuamos un seguimiento personalizado a través de la asistencia de tutorías académicas y gabinetes psicopedagógicos. Los docentes además de enseñar, cumplimos diversos roles”, reflexionó.